
En medio del clamor para que acometa de una vez por todas las reformas que necesita el país para salir de la crisis, el Gobierno de Zapatero se topó ayer de bruces con una realidad que, por mucho que los miembros del Ejecutivo se empeñen en calificar de «sorprendente», se veía venir: los inversores han empezado a hacer las maletas para abandonar los mercados patrios en busca de activos más seguros. Y lo están haciendo en tropel. No hay más que ver la factura que le pasó ayer al Ibex esta huida: un descalabro del 5,41%, el segundo más abultado del año, y la pérdida sucesiva de los 10.000 y los 9.900 puntos. Cerró en 9.859,10, mínimo del año y un nivel que no se recordaba desde julio del año pasado.
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